La Maroma de Yuncos (II)

Maroma Yuncos


Los primeros pasos del toro enmaromado


Tomada la decisión de sacar un burel enmaromado por las calles de la localidad, ahora había que centrarse en la forma de sacarlo. Pues modalidades existentes había varias y bien diversas, pero se optó por llevarlo con dos maromas, una por la parte delantera, haciendo de guía para el astado en todo momento al tratarse de recorrido abierto y otra por la parte trasera, siendo la misión de la misma dar seguridad ante cualquier imprevisto, véase una cogida, una posible salida del toro del itinerario prevista o alguna otra incidencia que se pudiera dar.

Elegido el procedimiento, sólo quedaba la forma de materializarlo. En principio se optó por colocar sobre la testuz del astado, bordeando la parte trasera del nacimiento de sus astas, una cadena bien ajustada la cual llevaría dos argollas, en las cuales se fijaban mediante varios nudos, la maroma que iría hacia delante, así como la maroma que correspondería a la parte de atrás. 


La fijación de la cadena a la testuz era colocada en la ganadería, bien metiendo al toro en una manga o bien utilizando un cajón de curas, también vulgarmente conocido como (mueco). Dicha tarea era realizada el día o momentos antes del embarque.


Desde el cajón y sus dificultades

En la madrugada del día del festejo, el astado era embarcado con la cadena colocada (también llamado cornil) sobre la testuz, siendo transportado hacia la localidad, para estar en la misma una o dos horas antes a la celebración del festejo. En esas horas previas al desencajonamiento, debía realizarse el atado de las maromas sobre la cadena que el astado tenía colocada en la testuz.


Una vez que llegaba a la localidad el camión que trasladaba el astado  en el correspondiente cajón de embarque, éste se bajaba al suelo y se situaba encima de unos pequeños trocos de madera, sobre los cuales se desplazaría el cajón para meterlo a la plaza de toros, esto era realizado, con la ayuda de los jóvenes de la localidad que empujaban el cajón desplazándole sobre dichos troncos. 


Dispuesto el cajón sobre el albero, algún miembro de la peña con valor, habilidad, maña y destreza, se subía a la parte de arriba del cajón y mediante la apertura de la trampilla que lleva el mismo, procedía a la colocación de ambas maromas sobre la cadena, ardua y complicada tarea, si consideramos que el animal cabecea en todo momento hacia arriba.


Para la realización de dicha labor, era conveniente que ésta fuese realizada en el más absoluto silencio posible, evitando  así  la alteración del animal, pues si se produjese dicha alteración del animal, éste lo manifestaría rematando repetidamente sobre la parte alta del cajón,  dificultando la labor a la persona que intentaba enmaromarlo e intentando evitar que en dicho cabeceo contra la parte alta del cajón, el toro pudiese escobillarse los pitones o producirse algún tipo de lesión. 

Cabe reseñar, que la persona encargada  de enmaromarlo se ayudaba de unos útiles como eran unas varillas con forma de gancho, las cuales facilitaban  coger y enganchar las lazadas de las maromas que irían dispuestas sobre el cornil, realizando sobre las mismas los preceptivos nudos que asegurasen que el toro quedase enmaromado correctamente. 

Dichas maromas se metían por la parte de arriba de la trampilla del cajón, una vez que el toro era enmaromado, éstas volvían a sacarse por la parte de abajo nuevamente, a través de una ligera rendija, siendo estiradas al completo para evitar que pudiesen producirse enredos a la salida del animal, quedando todo dispuesto para que comenzase el festejo mediante el desencajonamiento.


Entre los toros que se llegaron a enmaromar a lo largo de los años,   hubo algunos  que fueron más complicados que otros a la hora de ejercer esta labor…, y también algunos generaron algún tipo de complicación sobrevenida, pero éstas fueron siempre solventadas por el buen hacer y el tesón  de los diferentes miembros que año tras año conformaban la peña taurina.