Beas de Segura (Jaén)

Toro de San Marcos

Entre los días 22 y 24 de abril toros y vacas de raza brava corren, atados de los cuernos, por el recinto cerrado que forman varias calles de la localidad en honor a San Marcos Evangelista, una festividad muy extendida en España y relacionada con las actividades agropecuarias. Su origen se remonta a la antigua Roma, donde el veinticinco de abril tenían lugar las “robigalia”, fiestas destinadas a proteger los cereales de la roña (robigo o robigus), que luego fueron cristianizadas por la Iglesia, convirtiéndose San Marcos en protector de cosechas y ganados, Así, en algunos sitios se hacían las cabañuelas el día veinticinco de abril, en otros se bendecían el maíz y la habas para sembrar, se hacían ferias y exhibiciones de ganado, especialmente vacuno, o finalizaba el arrendamiento de los pastos de invierno; en muchos se guardan o han guardado votos colectivos y realizado rogativas para pedir o agradecer al Santo el fin de epidemias y plagas que afectaban a ganados y cosechas, siendo este el caso de Beas de Segura, pues en la “Historia y relación de la Villa de Beas” hecha en el año 1.575 por orden de Felipe II, en su Capítulo 52 (“Fiestas y votos Populares”) se dice:…”Así mismo hay voto en esta villa, día de señor San Marcos, que no se matan ningunas carnes ni se pesan, ni abren las carnicerías de esta villa. Lo cual se prometió en voto en años pasados, por grandes infortunios e plagas de la langosta. No se sabe el tiempo que ha que se prometió el voto, mas que de tiempo inmemorial a esta parte se tiene y guarda”.
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La falta de documentación en los archivos municipal y parroquial hace difícil establecer con precisión y absoluta certeza el origen y evolución de la festividad de San Marcos, pero la tradición oral lo relaciona con la presencia en Beas de Segura de Santa Teresa de Jesús. Uno de los toros que arrastraban la piedra para las obras del convento rompió el yugo y escapó corriendo, sembrando el pánico entre los vecinos que eran incapaces de controlarlo; la Santa le puso una mano en el testuz, consiguió amansarlo, lo ató con un delgado hilo y lo devolvió a la yunta y al trabajo. A partir de ahí el extraordinario acontecimiento se celebraba, cada año, corriendo por las calles de la localidad una o varias reses vacunas engalanadas de forma vistosa y ensogadas por los cuernos.

Esta versión guarda un paralelismo enorme con el llamado “Rito del Toro de San Marcos”, consistente en que la cofradía de San Marcos elegía un toro bravo que el día veinticinco de abril era llevado a la Iglesia, precedía al Santo durante la procesión y era manoseado y adornado con guirnaldas de flores y cintas de colores por las mujeres, sin dar ninguna muestra de la fiereza que recuperaba al retornar al campo tras la procesión. Tan frecuente era esta práctica religiosa que fue perseguida por las autoridades eclesiásticas y civiles hasta conseguir su desaparición; no obstante, es posible que el aislamiento de la Sierra de Segura permitiera su pervivencia aunque con variantes.

Otra versión habla de una epidemia de glosopeda que diezmaba el ganado vacuno de la localidad y misteriosamente cesó el día veinticinco de abril, agradecimiento, un voto colectivo consistente en entregar anualmente dos becerros a la Iglesia para que, después de acompañar a San Marcos en la

procesión, fuesen vendidos y con el dinero se atendiese a los pobres de la localidad.

Con el paso del tiempo, el primitivo voto colectivo acabaría siendo sustituido por las carreras de toros y vacas de labor ensogados, pero sin perder su carácter piadoso y caritativo como lo acreditan los festejos del año 1.926, organizados los días 23, 24 y 25 de abril como “Gran Festival Benéfico” a beneficio de los pobres de la villa.

Las reses que inicialmente se corrían eran toros bravos de media casta, que los hombres de Beas domaban con habilidad y paciencia para dedicarlos a las tareas de labranza.

Todo comenzaba en la noche de Sábado Gloria durante la “Misa del Resucitado” cuando al “tocar a Gloria” el público estallaba de júbilo y hacía sonar los collares de cascabeles y campanillas utilizados para adornar a los animales durante San Marcos.

El Domingo de Resurrección, las cuadrillas de mozos se dirigían hacia los cortijos donde se sabía que había reses con la finalidad de “probar” a aquellos animales que tenían más cometividad y, si el dueño no tenía inconveniente, apalabrarlas para ser corridas el día de San Marcos. Llegado el 24 de abril los gañanes preparaban a sus animales para el festejo. Esa misma tarde o a la mañana siguiente procedían a uncirlos por parejas con el ubio y lentamente se dirigían hacia el pueblo donde las fuentes esperaban ansiosas para verlos llegar y dirigirse, sumisos a la voz de su gañán, a la Plaza de la Iglesia, los Portalillos o el Paseo, donde les quitaban el ubio, dejándolas con el soguero, una soga de poco más de veinte metros que servía a la cuadrilla para guiar las carreras del animal y evitar posibles cogidas. A partir de ese momento se sucedían las carreras, los saltos, los quiebros y un incesante juego entre hombres y reses, donde se ponían a prueba la habilidad y destreza de los hombres entre el regocijo, la admiración y el miedo de vecinos, medres, novias y hermanas.

En la mañana del día 25, tras las primeras carreras, se procedían a “cascar” a las reses, doblegándolas sin causarles daño alguno para engalanarlas con aparejos de tela y frontiles bordados con hilos de colores y espejuelos. Esta suerte se realizaba en los portales de las casas, introduciendo el soguero entre las hojas de las puertas, recogiendo poco a poco la soga desde dentro y sujetando la puerta para que el animal no entrara en el portal. A la voz “vamos al toro” los miembros de la cuadrilla se lanzaban sobre el testuz y el morrillo de la res, incluso antes de que esta hubiera amorrado completamente, para inmovilizarla; eran momentos de espectacularidad y no eran pocas las veces en las que, ante la embestida de la res, las puertas se abrían de par en par con el consiguiente sobresalto y galimatías que suponía verse en el portal toro y toreros revueltos, o aquellas en que los primeros que se lanzaban sobre el animal salían despedidos con violencia por el ímpetu del cabezazo de la res; esto también solía hacerse en las rejas o en las barreras de palos que protegían los portales de algunas casas, aunque la mayoría de ellas solían estar abiertas de par en par. A partir de ese momento las carreras se sucedían durante todo el día, corriendo unas reses mientras otras y sus cuadrillas descansaban y recuperaban fuerzas; carreras que sólo se interrumpían durante la procesión del santo, que portado en andas recorría las calles más céntricas.

Conforme la tarde iba cayendo y la fiesta tocaba a su fin, los gañanes procedían, con habilidad y parsimonia, a quitar a sus animales los adornos y atándolos con cortos ramales regresaban a sus cortijos, siendo frecuente que les diesen suelta para que ellos solos realizasen el camino.

Esto era en esencia el festejo, completado con la Diana, un pasacalles de la banda de música al amanecer del día 25 para anunciar a los vecinos la llegada del gran día, y así se mantuvo hasta finales de los años setenta, cuando las transformaciones económicas y sociales fueron provocando cambios derivados de la mecanización de la agricultura, la irrupción de usos y prácticas más propias de una sociedad urbana que de una sociedad rural y la aparición de disposiciones legales que regulan, con carácter restrictivo, los festejos taurinos de carácter popular.

La mecanización de las faenas agrícolas hizo desaparecer el ganado vacuno de labor por lo que fue necesario acudir a las ganaderías de bravo para adquisición de las reses, cuyo transporte en camiones hizo desaparecer la bella estampa de ver entrar los pares de reses uncidos y sumisos a la voz de su gañán, si bien continuó la práctica de conservar aquellas reses más bravas de un año para otro hasta que una disposición legislativa del año 1993 la prohibió, obligando a sacrificar todas las reses utilizadas en el festejo. Ahora no se corren, pero no pocos vecinos las siguen criando y domando con la esperanza de volver a verlas correr por las calles.

Este cambio llevó aparejados otros relacionados con la organización del festejo, espcialemtne su financiación, pues al desaparecer el ganado particular era necesario recaudar fondos para financiar la adquisición de reses. Nació así la Hermandad de San Marcos, cuya directiva, elegida por votación popular, y en especial el Presidnete, asumían la organización del festejo y todas las responsabilidades derivadas del mismo, hasta que en el año 1984 se inscribió como asociación cultural y legalizó sus estatutos. Después se creó el Patronato Municipal de San Marcos, presidido por el Alcalde, que asume la organización y la responsabilidad del festejo en colaboración estrecha con la Hermandad de San Marcos., que continúa encargándose de la mayor parte de los aspectos materiales del festejo (adquisición de reses, fiestas religiosas y procesión, verbenas y pasacalles, fuegos artificiales, concursos y exposiciones, etc.)

Por todo ello, se puede decir que a comienzos de los años setenta las Fiestas de San Marcos entran en su fase moderna, incorporando nuevos elementos hasta alcanzar su configuración actual: cuatro días de duración (del 22 al 25 de abril), programa de festejos con publicidad (el “Libro de San Marcos”), verbenas populares, pasacalles fuegos artificiales, concursos diversos, Ciclos Taurinos y, sobre todo, el casi centenar de reses que se corren, convirtiendo a San Marcos en un festejo taurino único en su especie, que atrae a miles de personas y que se ha convertido en un evento que supera ampliamente los ámbitos local y comarcal hasta el punto de ser declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía. Han desaparecido o están cayendo en desuso algunos de sus elementos más tradicionales, pero la esencia sigue siendo la misma: el juego entre hombre y toro, donde aquel pone en juego su habilidad, destreza y calor para dominar la fiereza y bravura del segundo.

El arranque de las fiestas de San Marcos lo marcan los Ciclos Taurinos, conferencias y mesas redondas sobre temas taurinos con participación de toreros, ganaderos, veterinarios, presidentes de plazas, técnicos de la administración, críticos taurinos, etc. De reconocido prestigio en el mundo de los toros y que tienen lugar el fin de semana anterior a las fiestas. Desde esa fecha y hasta el día 22 de abril se procede a la adecuación del recinto por el que corren las reses con la instalación de barreras y diversos tipos de defensas, a la vez que las peñas van arreglando los locales que serán su hogar durante varios días, dotándolos de las vituallas y aderezos que hacen que el cuerpo aguante lo que no está escrito.

Al anochecer del día 22 de abril tiene lugar el Pregón, seguido del baile de “Los Cristos” y unos vistosos fuegos artificiales. El pasacalles de “Los Cantamañanas” refuerza el ya de por si ruidoso jolgorio de las peñas que durará hasta altas horas de la madrugada, los mismo que la verbena.

La mañana del día 23 se dedica a ultimar detalles, mientras la banda de la Agrupación Musical “Santa Cecilia”, acompañada de gigantes y cabezudos, calienta el ambiente. Por la tarde “San Marcos Chico”, suelta de becerras para que los más pequeños vayan aprendiendo a manejar la soga, guiar las reses, quebrarlas… Con la llegada de la noche las peñas, la calle, el ferial y la verbena son un hervidero de gente que durará hasta el alba. Con las primeras luces del día 24 la Hermandad y las peñas que han adquirido reses se dirigen a las distintas ganaderías para embarcarlas y, tras un copioso y bien regado almuerzo campero, trasladarlas hasta Beas, mientras un nuevo pasacalles con gigantes y cabezudos ameniza la espera, la expectación aumenta y los balcones, las barreras, las gradas del río y las calles se van llenando de gente que espera ansiosa la suelta de las reses.

Hacia las 4 de la tarde los camiones van llegando a la Explanada de San marcos; las reses van saliendo de los cajones una tras otra y barren con fiereza el muro del río y las barreras que sirven de refugio a los corredores y espectadores, dirigidas por “los sogueros” hacia los chiqueros distribuidos por todo el recinto. Con la caída de la tarde los bares y los locales de las peñas se llenan de gentes que comentan todas las incidencias de la tarde, mientras se come, se bebe, se canta y se baila. La animación es constante y así transcurre una noche en la que se duerme poco o nada, ya que la noche es corta y a las 6 de la mañana llega la Diana.

Se trata de un multitudinario y estruendoso pasacalles anunciador de que con las primeras luces del día 25 las reses saltarán de nuevo a la calle, dando paso a uno de los actos más espectaculares de la fiesta: el “cascado” de las reses. Toros y vacas se sujetan en un árbol, columna o reja, cogidos por los cuernos e inmovilizados para adornarlos con collar de campanillas y cascabeles, aparejo y un frontil; es una acción rápida para causar al animal el menor quebranto posible. Después de cascados, los animales corren por las distintas calles del recinto, anunciando su presencia con el sonido de los collares y proporcionando momentos de tensión, de peligro y, sobre todo, de diversión.

Hacia la diez las campanas anuncian la función religiosa en honor a San Marcos y las reses se encierran en sus respectivos chiqueros para facilitar la asistencia del público a la procesión del santo que, acompañado por dos o tres

bandas de música, una ferviente muchedumbre que canta y baila sin cesar y sobre un carro tirado por vacas, recorre el recinto luciendo a sus pies un gigantesco “hornazo” que al finalizar la procesión se reparte en pequeños trozos entre el público.

Son muchos los que aprovechan el tiempo de los actos religiosos para reponer fuerzas con un copioso almuerzo, pues conforma las campanas anuncian la llegada del santo a la iglesia, las reses empiezan a salir de nuevo a la calle, en un continuo ir y venir que se prolongará durante todo el día, mientras hay luz solar y fuerzas para correr; el festejo no se interrumpe ni para comer, pues las cuadrillas aprovechan el descanso de sus animales para hacerlo también. Pero esto no significa que todos los animales estén permanentemente en la calle, ni que se suelten todas a la vez, pues es necesario darles descanso cada cierto tiempo y respetar los horarios que establece la legislación vigente.

Con las últimas luces del día se van procediendo a quitar a los animales los adornos y se van encerrando en sus chiqueros a la espera del momento de embarcarlos para el matadero. San Marcos se está terminando y llega el momento de tomar las últimas copas, de comentar los pormenores del día y, con el cuerpo magullado y el ánimo decaído, empezar a pensar en el próximo San Marcos.

Muchos han sido los avatares por los que ha pasado este festejo a lo largo de su historia, muchas las prohibiciones e intentos de acabar con un festejo con personalidad propia, posiblemente el último vestigio del “rito de San Marcos”, único en su especie por el número de reses que se utilizan y la forma en que se hace, que ha ido evolucionando y adaptándose a los tiempos pero conservando íntegra su esencia y sus valores fundamentales; que se ha convertido en la principal seña de identidad de Beas de Segura y de sus gentes; que trasciende el ámbito local y que año tras año reúne a miles de personas que hacen realidad la letra de la coplilla que hace de himno:

¡! Viva la fiesta San Marcos

que no la pueden quitar

ni el alcalde, ni su hermano,

ni Tomás “el Municipal”¡!

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