La soga, protagonista en el festejo de Rubielos de Mora
En Rubielos la soga, principal protagonista del festejo, es una buena cuerda artesanal de cáñamo bien calada de alfalfa, de ahí su apariencia verdosa, para evitar las quemaduras y roces en las manos producidas por los tirones del toro y añadirle resistencia.
Tradicionalmente, la soga del toro empleada en la villa siempre ha rondado entre los 25 y 30 metros, longitud ideal para ser manejada por seis o siete mozos con soltura y sin trabarse en un recorrido plagado de callejuelas, esquinas y requiebros. Dicha soga posee exactamente el tamaño de dicha unidad de medida, unas 40 varas (medida de longitud antigua documentada en tierras hispanas desde el siglo XII, con valores variables en cada área geográfica, siendo unidad común en todo el siglo XVIII español). Si estimamos que el valor histórico de la vara de Teruel era de 0,768 cm, podríamos concluir que el tamaño antiguo de la cuerda en nuestra fiesta era el de la “soga” como medida en nuestras tierras, una cifra que, multiplicada por 40, ofrecía el valor aproximado de unos 30,72 metros.
El cabezal, que es el que ata la cabeza de la res, históricamente siempre ha llevado un interior formado por materiales acolchados, con paños, algodones o espuma, para aliviar lo más posible cualquier presión al animal. Éste va recubierto con telas y motivos decorativos que, en el pasado, variaba en sus cromatismos y ornamentaciones según las fiestas religiosas en las que se celebraba, presentando una tonalidad predominantemente roja en las fiestas de la cruz o azul en la festividad asociada a la Virgen, a modo de color litúrgico, con aplique de cintas de diversos colores al gusto. Desde los años de posguerra y, especialmente, desde los años setenta y el influjo de la España autonómica, se ha ido imponiendo progresivamente la utilización de un recubrimiento con la bandera de las barras de Aragón con pequeños florones aplicados de diversos matices.
Dicho cabezal esconde el secreto mejor guardado en su interior, un trenzado preparado por los sogueros más veteranos. Éste cruzado de lazadas de cáñamo evita que la cuerda oprima la testuz del animal por debajo de la cornamenta y por encima de las orejas, haciendo un tope en el nudo corredizo, con lo que el toro se siente más libre y suelto y los tirones del jefe de cuadrilla, resultan indicaciones leves, como las riendas de un caballo, para gobernar el sentido y dirección de éste o clavarlo, si es necesario, para evitar una cogida.
Antes de cada festejo la soga, símbolo de la fiesta, encabeza el pasacalle desde la plaza de la Sombra, junto a la antigua Colegiata, portada orgullosa por el torilero, miembro destacado de la cuadrilla de sogueros, que recorre a la inversa el itinerario del festejo hasta El Corralico, donde se emplazan los corrales, en la plaza del Plano, extramuros de la villa.